Dinosaurios

Era la hora de recreación en el parvulario, dónde los niños juegan a ser grandes, y sus tutores juegan a no serlo. En un rincón, un pequeño grupo de niños recreaban el contexto jurásico de una caricatura, ellos se hacían pasar por dinosaurios. A lo lejos se escucha el correr de una profesora, acompañado de su grito para detener el inocente proceder de los pequeños. Gotas de sangre tiñen la arena donde se llevaba a cabo el feroz encuentro, éstas son los ríos que desembocan de las heridas de un niño que yacía en el suelo. Estás gotas fueron el motivo de que la campana que anuncia el fin de una aventura se hiciera presente antes de tiempo, por desgracia a tal niño la campana no lo salvó.

Todos regresaron a sus respectivas aulas, excepto los depredadores y su presa. Ellos fueron llevados a declarar impuestos, mientras que él fue llevado a pagar los intereses. A pesar de que hubo tinta roja, no hubo lluvia, pero si la persistencia de una sonrisa, quizá es eso a lo que los poetas llaman heridas de placer. Cuando su madre le cuestionó por qué no se defendió, éste le contestó: “Yo era el dinosaurio muerto”.

Diego Margo


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