Archivo del Autor: Diego Margo

A su nombre no respondió.

Pasé lista, y a su nombre no respondió.
No me debería extrañar.
Fueron más las veces que se despidió.

Por par de consejos empeñé una cadena.
Orejas de conejo planté en mi jardín.

Estará tomando un café por ahí,
Feliz, espero, pero en ayunas,
Dame dos galletas para llevar,
Aunque me lleno con una.

¿Cuánto dura una llamada?
¿Cuántas lunas son muchas?
Escucha mi voz, vales mucho.

Su sobrina la espera,
Su abuela será paciente.
Resiste. Tú puedes.
Nada dura para siempre.

Pasé lista, y a su nombre no respondió.
Pensé en repetirlo. No insistas, me dije.
Por lo visto, estoy tranquilo.
Recordé que yo no paso lista.

Diego Margo.


El Profesor

Primer semana de clases era, cuando un grupo notó que falto de tutor estaba, se trataba de la mataría de terminología, lo cual fue común, pues muchos otros grupos no tienen todas sus clases la primer semana. Los alumnos preguntaban, pero no recibían respuesta, otros tutores se pusieron de acuerdo para cubrir las horas de clase ajenas a sus horarios, pero ninguno consiguió hacer un espacio en su agenda para impartir la materia. Llegó la segunda, y la cuarta duró lo que tarda en venir la tercera, entonces un día, más por costumbre que por gusto, los alumnos yacían sentados en su respectivo salón, en espera de recibir a quien no llegaría.

“Buenos Días”, una voz varonil y lejana vociferó.

Los alumnos se sorprendieron, dado que el sujeto que se hacía llamar su maestro, hizo como si no se hubiera ausentado. Impartió la primera clase, con la tranquilidad de quien sabe lo que hace. Todo fue presentación, explicación del plan de estudios, y demás temas dignos de un primer día.

Conforme marchaban los días, las clases se hacían más amenas. Por alguna extraña razón, alumnos de otros grupos miraban por la ventana durante las dos horas de clase de tal profesor, supongo que era muy bueno, no sé.

Un miércoles, como cualquier otro, la clase siguiente a terminología resultaba anatomía, y por azares del destino, se utilizó el laboratorio, con la noticia de que el cadáver a examinar era el profesor suplente.

Se realizó una pequeña investigación tras los extraños sucesos, la cual daba origen a más preguntas que respuestas, sin frutos, por cierto. La matrícula de tal profesor había sido eliminada hace ayeres, además, las cámaras de vigilancia no daban señal de que alguien impartiera la clase, y por otro lado, los testimonios de compañeros de otros grupos, aseguraban que sus vecinos pasaban un par de horas mirando hacía el vacío; abducidos por la ausencia

Hubo quien renunció a la carrera, otros tantos acudieron a un psicólogo, pero alguien, decidió aventajarse, cogió pluma y papel, y me entregó éste final:

“Pasaban semestres, y por desgracia, siempre, algún día alguien estaría ahí. Dime tú, que careces de tutor, ¿la morgue que puede hacer por ti?”

Diego Margo


De nuevo no le olvidé

Duró más mi racha de sobrio, que mi actitud de odio al amor, por amar al odio. No estoy ebrio, no habrá medias rotas, ni respuestas incompletas a preguntas en vela. Que zarpe el barco, yo me hundo en el navío. Si por austero o por sincero, renuncié a decirle adiós. Aún ni empiezo, por ende no termino. Pero mire mi copa vacía, no le doy propina, porque de nuevo no le olvidé.

Diego Margo


Dinosaurios

Era la hora de recreación en el parvulario, dónde los niños juegan a ser grandes, y sus tutores juegan a no serlo. En un rincón, un pequeño grupo de niños recreaban el contexto jurásico de una caricatura, ellos se hacían pasar por dinosaurios. A lo lejos se escucha el correr de una profesora, acompañado de su grito para detener el inocente proceder de los pequeños. Gotas de sangre tiñen la arena donde se llevaba a cabo el feroz encuentro, éstas son los ríos que desembocan de las heridas de un niño que yacía en el suelo. Estás gotas fueron el motivo de que la campana que anuncia el fin de una aventura se hiciera presente antes de tiempo, por desgracia a tal niño la campana no lo salvó.

Todos regresaron a sus respectivas aulas, excepto los depredadores y su presa. Ellos fueron llevados a declarar impuestos, mientras que él fue llevado a pagar los intereses. A pesar de que hubo tinta roja, no hubo lluvia, pero si la persistencia de una sonrisa, quizá es eso a lo que los poetas llaman heridas de placer. Cuando su madre le cuestionó por qué no se defendió, éste le contestó: “Yo era el dinosaurio muerto”.

Diego Margo


Poema 2

Una gárgola me cuestiona a diario, mi orgullo griego
Así como a ella, sirena, le sonrío serio

Se perdió el vocabulario, por el silencio y la galantería
A distancia del mirador, la guardia civil en naufragio
Hace frío, por hacer aguas fraguamos la tregua
En prueba de fuego no ardió Alejandría

Por mutuo sufragio, hubo que izar las velas
En efigie al futuro quemé las naves

En Gerona, mujer marinera, te espero
Desanuda la úvula de mi campanario

Diego Margo


Poema 1

Mis manos serán Paganini por tocar tu cuello, y besar tus oídos
Leeré aquel canto pagano en tus labios; por tu lira sería Lino

Dejé el vino. Sueño beberme contigo en el Mediterráneo
Fermentando los cerezos del terreno, añejaré la lejanía

Se escucha ésta oda a lo lejos
La guerra no fue en vano
Festejan por nosotros, vida mía

Deja que éste escriba iletrado
Labre en tu frente un beso
Homenaje al viejo presagio que dijo
Leer en braille lo más bello del universo

Todas las batallas que libro; todos los libros que libero
Me exijo por saberme sólo en tus ojos
Recuerda lo que dije
Iré por todo

Diego Margo


Mi Amigo

p align=»justify»> Mi amigo, un tipo normal, tan normal como un estudiante sin tiempo cuestionando respuestas sin pregunta, a cinco minutos de terminar un examen semestral de matemáticas,  así lo recuerdo yo. Lo conocí un 29 de Febrero (¿Quien lo diría? hasta la fecha es común) mientras iniciaba la segunda semana de clases, no parecía raro al principio, muchos otros cambian de instituto con un poco de tardanza, pero este no era su caso, al ser recibido por el maestro en turno, como cualquier nuevo estudiante se le solicito hablar un poco sobre el, a lo que sin pensar mucho, simplemente miro dudoso al docente, con una ligera sonrisa, y tomo el pupitre ubicado en una esquina trasera del salón, al profesor no le importo esta conducta, a sus compañeros les sorprendió y en mi despertó una curiosidad infinita cual vuelo de mariposa, que de los tres lugares disponibles que rodeaban el suyo, inmediatamente tome uno, para así resolver el misterio. Continuar leyendo


Las Aves de David [In Memoriam Pablo Aguayo]

«Si quieres destruir a un hombre, enséñale a jugar ajedrez»

— Oscar Wilde

Las Aves De David 2

David tiene hambre, lleva días sin más de tres bocados por cada comida. Su rostro va ganando dos huecos obscuros, negros por cierto. Su boca pierde humedad, va ganando la seriedad que de joven no tenía. Las manos se le vuelven secas, largas y viejas, tan secas como este desierto, si las vieras, jurarías que es pianista. A David le gustan las aves, como a mí las mariposas. Tendrá unas seis, nueve, quizá veintitrés amigas, las aves. Cada día vienen unas, se van otras, a él no le importa la verdad. Piensa que él no nació para volar, tampoco para buscar algún par de alas; si el cielo quisiese ser encontrado tendría que buscarlo a él, tal vez David creciese y se olvidase de jugar al escondite. Eso es lo que dice, o por lo menos intenta hacerlo, no es bueno expresando sus ideas, pero ¿Quién quisiera serlo?, eso para nada importa, él intenta ser persona antes que poeta. Continuar leyendo


Nanometraje: ¿Me mata o no me quiere?

petalosEs noche y llueve, me encuentro en mi labor de cuentacuentos. Llueve y es noche, espero terminar pronto ya que tengo sueño. Escucho que en una casa los niños lloran. Yo les canto el cuento del niño que murió cortando pétalos en el patio de recreo. Ahora los niños duermen tranquilamente, excepto uno, él sigue diluyéndose, pensando en que aún le quedaban pétalos por cortar.

¿Quién no quisiera ser lluvia para llorar libremente?

Diego Margo

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